lunes, 21 de noviembre de 2016

Los nuevos muros de Adriano


Por cada muro un lamento
En jerusalén la dorada
Y mil vidas malgastadas
Por cada mandamiento.
Yo soy polvo de tu viento
Y aunque sangro de tu herida,
Y cada piedra querida
Guarda mi amor más profundo,
No hay una piedra en el mundo
Que valga lo que una vida
(Jorge Drexler, Milonga del moro judío)

La antigua visión de Thomas Hobbes sobre la naturaleza humana -el hombre es un lobo para el hombre- pareciera tener hoy una vigencia inesperada. Homo hominis lupus, es la frase más clara para describir la actitud de los políticos de occidente en relación a la migración[1].
La desconfianza en relación a los “otros” vuelve a tomar palco en las relaciones internacionales en estos primeros tres lustros del siglo XXI y el tema de la Seguridad -nacional e internacional- copa la agenda pública. Este escenario de “inseguridad” se va a configurar en los hilos del inicio del siglo XXI, y el hito más destacable es la caída de las Torres Gemelas.  Desde ahí el orden social tomará un giro y la guerra como instrumento político recobrará todo su potencial en un contexto global.
En el mundo antiguo, por lo general las principales ciudades estaban amuralladas.  Esto debido al estado de guerra permanente o a lo menos intermitente. Famoso es el caso de la ciudad de Jericó y la historia bíblica de Josué y el pueblo judío[2].  Por otra parte, las fronteras eran custodiadas por empalizadas y pircas para controlar el avance de los grupos que estaban extramuro y por lo tanto lejos del poder hegemónico intramuro.
La muralla como simbolismo[3] es muy poderoso, pues traza un corte en el suelo natural articulando el espacio como territorio humano, marcando un adentro y un afuera, un control de los que entran y los que salen.  Los sistemas de seguridad protegen a los nativos de los otros, los extranjeros.
La época antigua y el medievo fueron prolíficas en darnos construcciones defensivas, lo que nos muestra materialmente los momentos de inseguridad por los que se pasaron.  La gran muralla China, los muros de Jerusalén y las defensas romanas de Adriano y Antonino son ejemplos de este tipo de fortificaciones, en tanto se constituyen como sistemas de control, defensa y limite.
Más allá del muro están los otros, los distintos. Para los griegos y romanos, los otros eran los barbaros (en el caso de los primeros, esos “otros” venían de oriente y principalmente eran identificados en el Imperio persa.  Para los segundos, los barbaros venían de varias partes, pero principalmente del norte, o sea los Galos, Germanos, los Anglos, etc.).  Para los reinos cristianos medievales, el otro era el infiel (dentro de su sociedad ese rol lo representaban los campesinos paganos que vivían lejos de las ciudades y villorrios; hacia afuera era el mundo árabe que era visto como un moro).  Los reyes católicos de España se tomaron muy enserio el tema y para unir los diversos reinos españoles decidieron expulsar los árabes de la península ibérica.  Metafóricamente se les impone un muro oceánico para lograr distancia y control.
En el famoso año de 1492 habían logrado su meta, incluyendo el sometimiento de los judíos, y esa unidad les permite embarcarse en la aventura del “Descubrimiento de América”, como se podrá observar todo en el marco de una política territorialmente expansiva.  Al llegar a tierras de la Indias occidentales y experimentar el contacto con el indígena, la operación de control y sometimiento se repite.  Las nuevas ciudades son fortificaciones que van repitiéndose en la medida que la conquista americana se expande hacia el norte y el sur[4].
El mundo moderno, apoyado por el Racionalismo y la Ilustración prometería la abolición de estas prácticas, pues la razón sería la mejor herramienta para la regulación social.  Los nuevos aires hablan de derechos, donde los hombres son parte de una gran fraternidad universal[5].
Las ciudades “modernas” se libraron de fortificaciones embarazosas y se privilegió el libre tránsito y el desarrollo del comercio y la banca.  Sin embargo, esto ni ocurrió simultáneamente ni globalmente[6]. Mientras tanto en las zonas fronterizas, no civilizadas, otro gallo cantaría.  La campaña del desierto en la Pampa argentina o las operaciones del General Custer en Estados Unidos demuestran que lejos de la sociedad burguesa urbana la violencia de la separación seguía igual de vigente en un cercano siglo XIX.
De cierta forma, los viejos muros defensivos fueron reemplazados[7] por técnicas ofensivas que fueron racionalizadas en el siglo XIX y XX por la tecnología bélica donde el principio de la mejor defensa es el ataque[8] primaría hasta la crisis de los misiles en octubre de 1962[9].
El principio de Carl Von  Clausewitz -La guerra es la continuación de la política por otros medios- y que fuera profundizado por Michel Foucault en uno de sus cursos del College de France (1976) se aplica bastante bien al tema.  Aquí invierte dicho principio y nos entrega ese filoso análisis: “Frente a la primera hipótesis -que es: el mecanismo del poder es fundamentalmente y esencialmente la represión-, tendríamos una segunda hipótesis, que sería el poder es la guerra, es la guerra proseguida por otros medios.  Y en ese momento invertiríamos la proposición de Clausewitz y diríamos que la política es la continuación de la guerra por otros medios”[10][11].  Agregaríamos que el paso de la Guerra a la política y viceversa es muy pequeño.
La mal llamada Guerra Fría desarrolló un imaginario social bélico de la “Guerra sin conflicto”, habría que precisar sin conflicto directo entre Estados Unidos y la Unión Soviética, pues las agresiones se administraban en forma indirecta en una guerra de posiciones estratégicas (La Guerra de Corea y Vietnam, los golpes militares latinoamericanos, etc. por parte de Estados Unidos.  La construcción del muro de Berlín, la Guerra en Afganistán y el aplastamiento de movimientos civiles como en Checoslovaquia por el lado de la U.R.S.S.).  Nuevamente la táctica de llevar la guerra a las fronteras del mundo civilizado.
Para el momento de la caída del muro de Berlín de 1989 y el golpe de estado en la URSS de 1991, se inauguraba una nueva etapa de Paz (declarada demasiado prematuramente por lo demás) que en autores como Francis Fukuyama significarían declarar el fin de la historia.  Sin embargo, en ese mismo periodo se desarrollaba la Guerra del Golfo (1990 – 1991), la Guerra de los Balcanes (1991 – 1999), la Guerra del Congo (1996 – 1997 y 1998 -2003), etc. 
En la actualidad -y cuando el proyecto moderno aún sobrevive, pero lleno de incongruencias, fisuras y profundas contradicciones- vuelven a aparecer nuevos muros que separan a los seres humanos.  Tras la celebrada caída del Muro de Berlín se olvidaba que este muro entre naciones y al interior de naciones seguía vigente en diversos lugares.  El mismo Estados Unidos gran difusor de este suceso europeo posee una parte amurallada de la frontera con México. Hoy el más controvertido es el muro levantado por el estado israelí en la frontera con Cisjordania.  Esta barrera, que tiene cerca de un 10 % de muro de hormigón, plantea un nuevo Apartheid dificultando el establecimiento de un Estado Palestino soberano. Sin embargo, la crisis humanitaria en medio oriente y en especial la Guerra en Siria ha planteado nuevos proyectos de muros para contener la migración hacia Europa.  Las últimas novedades[12] son el muro que Inglaterra construye en Calais (Francia) para evitar que los inmigrantes lleguen a las islas británicas y aparecen los proyectos de a lo menos cinco más.  El sistema internacional hace agua y las escasas respuestas vienen de levantar nuevos muros.  El triunfo de la razón se ha convertido en jaqueca. La lógica de la Pax Romana -estabilidad a partir de fuertes sistemas de seguridad- se imponen a nivel global.

Post scriptum
Las elecciones en Estados Unidos siguen aún dando que hablar, pero lo que más dudas plantea a todo lo ya previamente dicho son las amenazas del ayer candidato y hoy presidente electo Donald Trump.  Durante la campaña presidencial aseguro que construiría un (nuevo) muro en la frontera con México y para peor obligaría a los mexicanos a pagarlo.  El cómo se realizaría ese pago no esta tan claro, pero en la lista de promesa a sus electos esta la expulsión de 3 millones de inmigrantes ilegales.  Este capítulo de la historia aún está por escribirse.



[1] La frase original es de Plauto, en el siglo III a.C. : “Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit” y se vuelve central en el análisis que hace el filósofo inglés Thomas Hobbes sobre la naturaleza humana y la fortificación de un Estado central poderoso.
[2] “Y sucederá que cuando toquen un sonido prolongado con el cuerno de carnero, y ustedes oigan el sonido de la trompeta, todo el pueblo gritará a gran voz, y la muralla de la ciudad se vendrá abajo. Entonces el pueblo subirá, cada hombre derecho hacia adelante”.  Josué 6:5
[3] Según la leyenda de la fundación de Roma (año 754 a. C.), para delimitar la nueva ciudad, Rómulo trazó un recuadro con un arado en lo alto del monte Palatino y juró que mataría a quien osase traspasarlo. Remo le desobedeció y cruzó con desprecio la línea, por lo que su hermano le mató y quedó como el único y primer Rey de Roma.
[4] Un ejemplo de esto es la ciudad de Cartagena de Indias -Colombia- que fue fundada en 1533, siendo un importante puerto se convirtió en la ciudad mejor defendida de las américas producto de su privilegiada ubicación en el Atlántico.  En contraste, durante el año 1598 (un siglo después del primer viaje de Cristóbal Colón) los españoles resisten un largo asedio mapuche tras los muros de troncos de la Villa-Rica y que finalmente significaría su aniquilación total.  Villarrica se refundaría solo en 1883 y esta vez en el marco de la República de Chile y la mal llamada “Pacificación de la Araucanía”.
[5] Del preámbulo de los Derechos del Hombre y el ciudadano de 1793: “Los Representantes del Pueblo Francés, constituidos en Asamblea Nacional, considerando que la ignorancia, el olvido o el menosprecio de los derechos del Hombre son las únicas causas de las calamidades públicas y de la corrupción de los Gobiernos, han resuelto exponer, en una Declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del Hombre, para que esta declaración, constantemente presente para todos los Miembros del cuerpo social, les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes”
[6] La violencia descarnada ya se vivencia a inicios del siglo XIX en las Guerras napoleónicas y en las guerras independentistas americanas.
[7] No es tan fácil dar por finalizado los muros.  Nuevos ejemplos de la Primera y la Segunda Guerra mundial nos hace pensar que la línea amurallada ha tenido mucha vitalidad.  La muralla del atlántico es un buen ejemplo donde los nazis construyeron cerca de 15000 bunkers para la resistencia de un posible asalto aliado.
[8] El prusiano Carl Von Clausewitz escribió: “Muchas almas filantrópicas imaginan una manera artística de desarmar o derrotar al adversario sin excesivo derramamiento de sangre, y ello es lo que se propondría lograr el arte de la guerra.  Esta es una concepción falsa que debe ser rechazada, pese a todo lo agradable que pueda parecer. En asuntos tan peligrosos como la guerra, las ideas falsas inspiradas en el sentimentalismo son precisamente las peores.  Como el uso máximo de la fuerza no excluye en modo alguno la cooperación de la inteligencia, el que usa la fuerza con crueldad, por grande que sea, obtiene ventaja sobre el adversario, siempre que este n la mejor defensa es el ataque o haga lo mismo”.
[9] Coincidentemente, es contemporáneo la construcción del Muro de Berlín en 1961.
[10] Foucault, Michel.  Defender la Sociedad.
[11] Hay que ser sinceros, Foucault sólo actualiza un análisis que los marxistas ya había hecho varias décadas antes -incluyendo a Marx, Engels y Lenin- sobre el rol instrumental del Estado.  En estos últimos el Estado es un instrumento de la clase dominante para subyugar a la clase proletaria.  Incluso el ampliar este concepto de poder al plano internacional ya había sido considerado también y por ello la importancia de la lucha internacional de los obreros.

[12] Septiembre de 2016.