El golpe militar y la dictadura
de Pinochet significaría un cambio en la percepción de los héroes[1]. Las figuras sacras de O’Higgins, Prat,
Portales –y otros- son instrumentalizados burdamente y destacados en las
diversas efemérides del calendario escolar de los setentas y ochentas. Al canto de “Vuestros hombres valientes
soldados”, los niños de esa época se educaron con una versión de la historia de
Chile muy recortada y censurada, y básicamente la Historia (en el sentido
escolar) significó una cronología de hechos militares y políticos notables
desarrollados por las élites. Las
batallas y sus generales tenían espacio privilegiado para el aprendizaje del
estudiante.
Afuera de las aulas, la vieja
Unidad Popular era aplastada por la DINA y la CNI con una lógica de Seguridad
Nacional (orquestada años antes por los Estados Unidos desde la Escuela de las
Américas en Panamá) y Allende se convertía seguramente en el último héroe
popular.
En marzo de 1990 llegan los
políticos a la Moneda y el Congreso de regreso luego de 17 años, y a pesar de
que intentan darle un sello festivo, épico se podría decir, se vuelve imposible
con la sombra del General Pinochet sobre la nación. La “fiesta del No” –o sea, la creencia de que
la ciudadanía había sido capaz a través la lucha democrática de derribar una de
las dictaduras más largas y atroces- se fue desvaneciendo con rapidez. Es así como la conmemoración del principal
hito de Concertación, el 5 de octubre, con el correr de los años se vuelve
superflua lo que se puede comprobar revisando que cada vez esos eventos son
menos más masivos y menos ciudadanos.
Este rápido desgaste, o sea la
falta de interpretación épica de los hitos, se debe a variados factores que
inciden en este fenómeno. Podríamos
distinguir en los factores internos y externos:
Internos
·
Sobreideologización de la política y lo social
en el Chile pre-dictadura militar (Especialmente en el periodo de 1964 a 1973).
·
Descrédito de la política y los empresarios
durante el periodo democrático (De 1990 en adelante, pero especialmente en la última
década).
·
Mala percepción de las FF.AA y las instituciones
en general (pos-golpe militar)
Externos
·
Fin de la Guerra fría (sin un ganador
apabullante. Recordemos que más que
ganar Estados Unidos, lo que ocurre es el colapso interno del bloque soviético).
·
La amplia aceptación del neoliberalismo,
retornando a la centralidad del mercado como actor de la organización social.
·
La globalización cultural introduciendo patrones
propios de occidentales (especialmente
Estado Unidos).
Los noventas son el ingreso de la
posmodernidad a América Latina y por cierto el debate de los cientistas
sociales de si esto era así o no. Hoy el debate no está totalmente cerrado, y
por lo menos podemos destacar 3 ideas. 1)
Más allá de si damos por finalizada la modernidad y damos paso a una nueva
etapa vimos un momento histórico distinto de lo previo. Una de las características
de ese cambio es la perdida de certidumbres y confianza en el desarrollo propio
del proyecto moderno-ilustrado, o sea un tránsito del optimismo al pesimismo.
2) La Globalización –proceso sociohistórico de más antigua data[2]-
se acelera con el desarrollo tecnológico digital transformando la experiencia
que tenemos del Espacio-Tiempo.
Reduciendo los espacios y los tiempos, y a la larga imponiéndose el
tiempo sobre el espacio. 3) La disputa de la centralidad del Rol del Estado y
el Mercado en la vida social es cerrada en pro del segundo. Desde la política y la economía el Estado es
ampliamente cuestionado, es invocada la reducción de su estructura y campo de
acción. O dicho de otra forma la economía
tecnócrata se impone sobre la política ideológica. Incluso para algunos eso permitiría hablar de
un momento posideológico.
Estos cambios sirven para
otorgarle piso a lo que estamos discutiendo.
En un mundo globalizado, posmoderno y guiados por el consumo los héroes pierden
sentido, se desacralizan y reducen su campo de acción a lo meramente escolarizante
(espacio donde además son confinados principalmente a las efemérides). En tiempos sin épica, sin espíritu colectivo,
las figuras de los principales actores sociales de mundo contemporáneo no
calzan para ser héroes.
En nuestro país entonces, podemos
decir que vivimos el auge de una Era pos-heroica, o sea en una época donde ni
las elites impulsan sus estrategias persuasión a través de la mistificación de
personas por medio de la heroificación ni los sectores populares santifican a alguien
de un carisma especial.
¿Qué hacer con los héroes y la
nación?
Múltiples son las preguntas que
comienzan a aparecer luego de constatar en el momento particular en que nos
encontramos, una era pos-heroica. ¿Cuánta
juventud se perdió tras la violencia contrarrevolucionaria de 1973 - 1990? ¿Cuántos
gestos épicos pasaron al olvido con el manto de la “democracia”? ¿Hubo héroes
en ambos bandos en conflicto? ¿El pueblo ha estado dispuesto a sacralizar
la figura de alguno de estos “muertos
con dignidad” o de algunos de los actores que permitieron la transición?
Para los más objetivistas el tema
se encuentra plenamente abierto y aún es más parte del periodismo que la
historia. Faltarían décadas para poder
escribir estas nuevas páginas en los libros del mañana. Sin embargo, son reflexiones posibles dentro
de la sociedad chilena y por cierto en las ciencias sociales.
Es necesario indicar que si
reconocemos el advenimiento de una Era posheroica, se nos presentan nuevas
preguntas. ¿Qué hacer con los héroes y la patria en este nuevo contexto? ¿Cuáles
serán los nuevos acicates que le darán
sentido a la Nación? ¿Acaso es necesaria una identidad nacional, ante el asalto
de cientos de identidades sociales (de género, etnia, clase social, etc.)?
Quizás una de las cuestiones
esenciales de los tiempos heroicos (Ligados a los distintos procesos de
Construcción Estado – Nación 1810 -1884) son los simbolismos y ritualidades
ligados al gesto heroico. Necesariamente
esto implica un nuevo contexto donde dichos simbolismos se vuelven superfluos y
en algunos casos son ridiculizados. Estas
la distancia que se genera por ejemplo con el “acto heroico” de Arturo Prat que
se vuelve incomprensible y se convierten en motivo de burla. La figura trágica de nuestro joven Capitán
saltando al abordaje se transforma en algo sin sentido. No porque el acto en sí mismo pierda valentía
ni arrojo, sino porque la comunidad que le da sentido a esa “valentía” ya no está
para arriesgar la vida por la Patria; puede que si haya coraje para defender a
su esposa e hijos, para defender su casa o algún amigo, pero por la Patria difícil,
pues se ha vuelto algo difuso, algo nebular.
La Patria y la Nación están ligadas en términos semánticos más a los políticos
y las elites que al ciudadano de a pie.
Por lo mismo las generaciones más jóvenes (Sub 30 más o menos), no
tienen mucho interés en conocer la Historia de Chile, pues son muy críticos sobre
el presupuesto que es una historia sesgada, escrita por los vencedores, etc. Sin
embargo, a pesar de que hoy existen variados textos “alternativos” a la vieja
versión oficial, siguen siendo poco los lectores. Ante el mismo personaje, Arturo Prat, se
desconoce por ejemplo el tono romántico de la correspondencia que mantenía con
su esposa, o la pena que le acongojaba por la pérdida de una hija, o el dato
más relevante para la historia tradicional, nuestro Capitán se encontraba solo
custodiando Iquique en un suerte de castigo por sus diferencias con la plana
mayor producto de un juicio militar donde defendió como abogado al oficial Luis
Uribe quien se encontraba acusado por desacato.
El salto de Prat, se vuelve un salta al aire, una caída libre, visto con
los ojos del hoy.
Como otras discusiones muy
recientes sobre el sentido de identidad nacional, del valor de la historia o el
rol de los militares en el mundo contemporáneo, es difícil ser taxativo. Esta es una discusión abierta, a pesar de que
los ciudadanos no están muy abiertos al debate.
Solo una pregunta final y más contingente, ¿Qué monumentos deberán
levantarse en las próximas, que hombres merecerán ser encarnados en bronce y
ser levantados en plazas públicas? Es
algo que cuesta pensar desde el presente y seguramente dará que pensar, a lo
menos a las autoridades y dirigentes.
[1]
n 1973, el historiador William Sater escribía su conocido libro “The Heroic
Image in Chile: Arturo Perat, Secular Saint” que fuera traducido y publicado en
Chile en el 2005 y que coincidentemente ese momento marca un punto de inflexión
sobre la relación que tenemos con los héroes.
[2]
Hay quienes fijan el origen de la Globalización en el proceso de conquista y
colonización de América (excepcionalmente algunos romanistas han querido
encontrar este proceso en la conformación de la Ecúmene romana). Sin embargo,
la mayoría de los autores se concentra en el siglo XX con los viajes transatlánticos
o la constitución de la Sociedad de Naciones y Organización de Naciones Unidas.
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