martes, 4 de agosto de 2020

De luces y sombras: La modernidad ilustrada.


Verdad

Donde se ha impuesto una verdad, la llamada verdad absoluta, está se constituye como un gran edificio, una torre o una pirámide.  La verdad es templo luminoso, sin embargo, detrás de sí queda la sombra, la oscuridad de la intolerancia, el dogmatismo y la ignorancia.

Durante la historia de la Humanidad se han levantado templos a muchas verdades, ya sean los Dioses, los Emperadores o Reyes, la Razón o la Ciencia, el Hombre o la Naturaleza, todas ellas si se constituyen como “La Verdad”, están unidas a los espectros.

La verdad absoluta es el mejor llamado a la guerra, ¿Cuántos hombres han muerto por el amor a Dios o a la Libertad? ¿Cuánto engaño hay contenido en esas dos palabras? ¿qué mayor paradoja que luchar por la vida con armas de muerte?

El Ser humano es paradójico, ¿qué duda cabe? Hace alabanzas al amor, la vida, la amistad y actúa claramente en su contra.  ¿Cómo atreverse a hablar de defensa de la vida, si se negocia con ella? ¿Cómo habrá vida en el futuro si hipotecamos los recursos básicos que la sustentan?

 

Fe

Si la Fe cristiana es una Verdad, la Inquisición, la Intolerancia religiosa, su afán de poder mundano, y actualmente, la pedofilia, son su sombra.  La trastienda de toda verdad luminosa nos oculta a los ojos lo que se ensombrece.  “Amaos los unos a los otros, como yo los he amado”. Mientras las guerras religiosas demostraron ser muy letales.  No podemos olvidar como los cruzados se comprometieron con fiereza con la guerra y la muerte, y con la misma fuerza encontraron a los pueblos del islam tan dispuestos como los cristianos a desarrollar una guerra santa.

 

Ilustración

Entonces, ¿Cuáles son las sombras de nuestros tiempos? ¿Qué es lo que no vemos gracias a los destellos de ese templo llamado modernidad ilustrada? ¿Qué nos oculta tanta invocación a la Razón y el Progreso?

En primer lugar, habría que decir que en las sombras ha quedado reducida la Naturaleza.  En un amplio sentido, ella se ha simplificado a el entorno o medioambiente, a mero instrumento de desarrollo, la “Gran Obra” se ha convertido en algo explotar, a despojar, claro todo por un “bien superior”, los bienes y las mercancías.  Así, el hombre -en el sentido de especie, pero también como género- ha buscado ejercer el dominio de la Naturaleza. Esta última seria una invención de la modernidad donde ella es vista como lo opuesto a la Cultura -en sentido estricto, como lo opuesto al sentido occidental de cultura- y siendo el “Otro”, puede ser igualado a los “otros” que produce la racionalidad eurocéntrica.

En segundo lugar, la concepción del Hombre es acentuada bajo eso que hemos llamado “Antropocentrismo”.  Un nuevo individuo emerge desde la comunidad y poco a poco se va desembarazando de ella, cristalizando un “yo” exclusivo que busca distinguirse del grupo.  Este sujeto moderno es caracterizado por un individualismo que se aleja de las tradiciones del pasado y deposita sus esperanzas en el porvenir.  Gracias a ello nace el aventurero, el inventor y el emprendedor, todo lo alabado por el mundo moderno.  Sin embargo, esta descripción sería insuficiente sin llegar a uno de sus aspectos centrales. De los principales argumentos filosóficos y no menos de las condiciones materiales de la vida, emerge el “Homo oeconomicus”, que también es un reduccionismo de lo Humano, él cual provisto de la razón -razón con ajuste a fines- toma a la Naturaleza y la convierte en el punto de partida del proceso productivo, mera materia prima para la fabricación de bienes.  Detrás de sí, al sólo pensar en los fines y no en los medios, queda la contaminación, la degradación ambiental, el extractivismo de las corporaciones.  La racionalidad del “Homo oeconomicus” es también la llamada elección racional y los actos humanos son visualizados como los de un egoísta que es movilizado solo por su propio punto de vista.

En tercer y ultimo lugar, la comunidad tradicional y rural muta en la sociedad moderna y urbana.  La ciudad se convierte en el espacio de lo humano viéndose a sí misma como el bastión de la Cultura, esa que se iguala con Civilización.  Ya desde fines de la Edad Media la Urbe se irá desarrollando y concentrando diversos procesos sociales.  Si en la ciudad se expresa la Civilización de ella también emana la Fe, la Política, el Saber y la Moral.  Fuera de la ciudad reina el caos, el paganismo, la ignorancia y la indecencia.  Los valores civilizadores nacen de la metrópolis y buscan iluminar con sus verdades lo que se encuentra más allá de sus confines.

 

Der Aufklärung o la mayoría de edad de los hombres.

Immanuel Kant en un breve articulo de 1784 va a entregarnos la definición clásica de Ilustración:

La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad.  La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude!

 

                En esta definición se ha expresado la llegada de la mayoría de edad de los hombres, y por lo tanto el paso de infancia a la adultez. El uso de la razón sería de decisivo para ser todo un Hombre, sin embargo, sea por cobardía o pereza la mayoría de las gentes han optado por seguir su rol de pupilo y depender de otros.   Por lo mismo los hombres deben alcanzar la libertad, quizás la más importante sea la libertad para razonar.  Y con ello asumir los riesgos que lleva en sí este proceso de depender de su propia razón, que teniendo peligros es mejor a ser un siervo de otros.  Hay aquí un poco de la Caverna de Platón y por cierto hay algo de ambas en la contemporánea cinta de las hermanas Wachowski -The Matrix- al elegir las píldoras de colores.

                ¿Es solo por pereza y cobardía que la humanidad no se gobierna a sí mismo? ¿Hay demasiado voluntarismo en la tesis ilustrada de Kant? ¿Libertad y razón se pueden igualar?  Bueno, lo que encontramos aquí son los argumentos propios del liberalismo que emergería con los preceptos de la Ilustración. Sin embargo, la libertad no es tan simple pues aquellos que actúan como tutores de la Humanidad en el texto de Kant -ya sean los religiosos, los militares, los burócratas, los expertos, o los señores- no están tan deseosos que los hombres se liberen de sus cadenas.  Aplicando a Hegel, la dialéctica del Amo y el esclavo aún está entre nosotros, en la forma de lucha de clases, luchas raciales, luchas de género y otras tantas.

                ¿Es posible un mundo guiado por la razón? ¿es acaso deseable? A mi entender no, por lo menos desde un punto de vista único e instrumental, pues el hombre como pura razón, es un idealismo, no corresponde a la realidad, ya que finalmente los seres humanos somos emocionales.  Tal como lo diría Humberto Maturana, en lo fundamental, somos individuos emocionales, que buscamos validar racionalmente nuestras emociones. 

                Con la premisa del “imperio de la razón”, la ilustración devino en destrucción y guerra, uno de nuestros ideales más bellos, la el de pensar, derivó en una de las formas más avanzadas de la aniquilación.  El ciclo ilustrado se cierra con un mundo en crisis: La caída de la Bolsa de Wall Street  (crisis económica); la inviabilidad de la Sociedad de Naciones como garante de la Paz (crisis política) y el advenimiento del totalitarismo (crisis valórica).  La primera mitad del siglo XX trajo las sombras a primera fila, y la Guerra sobrevino ante la caída de la paz.  No podemos entender la Modernidad occidental sin el Holocausto, pero tampoco sin el exterminio indígena en América. Son los efectos colaterales del surgimiento de Occidente engendrando sus propios demonios: imperialismo, nacionalismo, fascismos; supremacías raciales, etc.  Hoy nuevamente, las sombras se ciernen sobre nosotros, con una Europa muy gastada, y con Estados Unidos dirigido por quizás  el peor de sus presidentes.  Recordando a Francisco Goya, ¡Los sueños de la razón producen monstruos!

 

 

 

 


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