No deja de ser interesante
estudiar a los Padres de la Iglesia cristiana, aquellos con el poder suficiente
para seleccionar y excluir los textos que se habrían de considerar sagrados,
que finalmente se harían parte del “Canon”[1]. En su proceso de selección se preocuparon de
excluir aquellos documentos que dieran un rol protagonista a la mujer. Hoy gracias a los llamados evangelios
apócrifos sabemos que las miradas sobre lo femenino eran mucho más diversas e
inclusive su rol activo fue excluido.
Dichas miradas excluyente
influyeron sobre aquellos cristianos que asesinaron a la destaca filosofa
Hipatia de Alejandría. El año 415, o
tal vez 416, un grupo de seguidores del Obispo Cirilo fue asaltada desde su
carruaje, arrastrada al templo llamado Cesáreo, donde fue desnuda y
lapidada. Sus restos fueron
descuartizados e incinerados. La
violencia de aquellos hombres estuvo lejos de las envolturas religiosas, sino
relacionada con el poder y con excusa religiosa. Hipatia era consejera de Orestes el prefecto
imperial quien mantenía una tensa relación con Cirilo, disputa del poder
temporal con el poder religioso.
Es crimen de fines de la Edad
Antigua viene a abrir una larga temporada de caza[2]
de brujas, que tiene su hito más reconocible en el libro “Malleus Malificorum”
o el martillo de las Brujas. Este texto fue
compilado y escrito en 1487 por dos monjes dominicos, Heinrich Kramer y Jacob
Sprenger, ambos inquisidores. Este documento fue alta difundido y sirvió de
base para posteriores juicios con “brujas”.
La Iglesia nunca autorizo oficialmente dicha “cacería”, pero fue sólo
hasta 1657 cuando la prohibió a través de la Bula Pro Formandis.
La persecución de mujeres
supuestamente brujas se llevó a cabo no sólo por los católicos, sino también
por protestantes. El caso más conocido
es el de los Juicios de Salem, pequeño villorrio cercano a la ciudad de Boston,
en Estados Unidos. Las audiencias y
respectivos juicios se efectuaron en 1692 y condenaron a 29. Diecinueve de ellos, 14 mujeres y cinco
hombres, fueron ahorcados.
En el caso de Chile se efectuaron
juicios de brujería en la ciudad de Chillán.
En 1749 la Iglesia local, a través de su cura Don Simón de Mandiola
acusó y mandó a presar a un grupo de indígenas.
En este lejano lugar del imperio español, también se sabría de la furia
hacia las “brujas”.
Con la época de la ilustración,
en el siglo XVIII, no les irá mejor. Las
mujeres que se hicieron parte de la Revolución Francesa vieron nuevos aires en
las relaciones sociales. Considerando
que lucharon a la par que los hombres en las escaramuzas bélicas de la
revolución creían legitimo reivindicar su posición. Olympe de Gouges sería la voz de un grupo de
mujeres que supo traducir la rabia y la frustración por dicha desigualdad en un
documento escrito, la “Declaración de los derechos de la mujer y la
ciudadana”. Dicho texto parafraseaba el
nombre de unas de las proclamas más famosas de aquellos tiempos la “Declaración
de los derechos del Hombre y el ciudadano” de 1789. Olympe de Gouges fue
detenida en 1793 y decapitada por la guillotina, su actuación política le
costaría la vida. Su vida pública contó
con continuos opositores y la desacreditación por ser mujer. Revisemos el preámbulo a la declaración:
“Las madres,
hijas, hermanas, representantes de la nación, piden que se las constituya en
asamblea nacional. Por considerar que la ignorancia, el olvido o el desprecio
de los derechos de la mujer son las únicas causas de los males públicos y de la
corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer en una declaración solemne,
los derechos naturales, inalienables y sagrados de la mujer a fin de que esta
declaración, constantemente presente para todos los miembros del cuerpo social
les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes, a fin de que los actos del
poder de las mujeres y los del poder de los hombres puedan ser, en todo
instante, comparados con el objetivo de toda institución política y sean más
respetados por ella, a fin de que las reclamaciones de las ciudadanas, fundadas
a partir de ahora en principios simples e indiscutibles, se dirijan siempre al
mantenimiento de la constitución, de las buenas costumbres y de la felicidad de
todos”
La lucha de las reivindicaciones
feministas se encontró con la rápida barrera de los hombres, y de algunas
mujeres, para rechazar cualquier forma de búsqueda de igualdad. Es que durante siglos se desarrollaron
dispositivos de control, de vigilancia y de castigo que no se romperían con la llegada
de la modernidad, ni el derecho a voto.
Con obstinación la sociedad ha buscado dominar las fuerzas particulares
que nacen del Ser-mujer y ha buscado ejercer poder sobre ellas primero a través
de la religión y luego por el derecho, la medicina y la ciencia.
El mundo moderno ha encontrado
especialmente herramientas de vigilancia en la medicina, que en el caso de las
mujeres a significado quitarle poder sobre lo que le es propio, la fecundidad.
Los especialistas han definido y estructurado de tal forma que un tema tan
“natural” como el parto se le ha arrebatado a las madres y a aquellas antiguas
ayudantes, las parteras. Esos saberes
premodernos no han calificado como válidos para los científicos contemporáneos,
y siendo hombres han reivindicado la superioridad de sus saberes técnicos. La ciencia moderna se apropia de los
conocimientos del cuerpo femenino y los regula por ejemplo a través de la
planificación familiar.
Ni que decir del aborto, donde en
nuestro caso chileno se les arrebata el derecho a ejercer poder sobre sus
cuerpos negándoles su categoría de sujetos.
Las mujeres se vuelven meras incubadoras, o como lo indico la Senadora
Ena Von Baer en 2012, las mujeres solo prestan el cuerpo. Incluso en temas poco
polémicos las mujeres son controladas como es el caso de la lactancia. A pesar que en las sociedad premodernas la
lactancia llegaba hasta cerca de los dos años de vida del niño, hoy la
lactancia –a libre demanda- es reducida a 6 meses por principalmente razones
laborales (o sea que el sistema capitalista también ejerce control sobre los
cuerpos) y porque para la sociedad la lactancia luego de eso se ve como algo
secundario ante la posibilidad de utilizar leche de fórmula, que nunca será el
reemplazo de la leche materna. Ante las
miradas escrutadoras de los hombres y no pocas mujeres, las madres han debido
ocultarse por la lactancia sería un acto privado y no público, o sea donde el
alimentarse tendría un alto componente censurable.
En la vida moderna son variados
los campos donde el cuerpo de la mujer sufre la vigilancia y lo que es peor la
autocensura. Ya sea a través de la
apariencia personal –por la vestimenta y el maquillaje- las mujeres son
direccionadas desde la tierna infancia a determinados canones de belleza. Los más claros ejemplos son las infaltables
muñecas tipo Barbie y las princesas Disney. Estereotipos de constitución física
y también de conducta.
La idea de una imagen perfecta a
partir de la delgadez y la vitalidad juvenil desafían a las adolescentes a
utilizar métodos extremos para mantenerse “bellas”. Aquí hay que insistir que esta idea de
belleza es en extremo normativa, porque no solo se trata de ser lindas, sino de
ser aceptadas. El temor al rechazo en la
infancia y adolescencia es diferenciado entre hombres y mujeres, los hombres
temen no ser seleccionados en el equipo de futbol, las mujeres a no verse bien.
En última instancia el “mito” de la belleza supe la llave que daría el acceso
rápido en el mundo social.
La moda ayuda a organizar y
estructurar las relaciones de género en los espacios adolescentes, donde
aquellas a la moda y más ajustadas a los estereotipos de mujer logran el tan
ansiado título de “popular”. Lo más terrible de la moda actual, es que es un
juego permanente de cambios de estilos y justos, donde en una temporada se
uniforma el consumo a través de los torturadores zapatos taco alto y al
siguiente el uso es zapatillas.
¿Cómo funciona el castigo en el
mundo actual cuando las mujeres no cumplen el canon esperado? Claramente, los
castigos han cambiado y ya no son tan violentos. Sin embargo, la persuasión juega directamente
a la conciencia del individuo e internaliza como propio lo que es exigido por
la sociedad. Nadie desea la experiencia de ser considerado “Patito feo” ni
menos ser un paria social. Por lo mismo,
el gendarme que ejerce control sobre los individuos con más fuerza son los
sujetos mismos, que sueñan con ser exitosos y felices.
En un sistema neoliberal
altamente competitivo, el ser excluidas –poco exitosas- es un severo castigo
para las mujeres que no solo compiten por ser mejores, sino que además deben
validarse en espacios determinados por lógicas masculinas. Las mujeres más competitivas son las que
mejor se han adaptados a las expectativas de éxito de los hombres. Eso conlleva a la perdida de formas-de-ser
que no se ajustan a lo esperado.
[1]
Canon posee múltiples usos, sin embargo todos ellos comparten el sentido
normativo (precepto, catalogo, disposición, etc.) En el caso de la Iglesia católica canon es
utilizado especialmente en un sentido legal, como es el concepto de “Derecho
canónico”. Por canon, por ejemplo, se
conoce a la reglamentación que un concilio de la Iglesia católica fija en
relación al dogma, al catálogo de las obras sagradas para el culto católico, al
libro que usa el obispo al dar misa y a la parte de la misa que concluye con el
rezo del Padre Nuestro.
[2]
La caza es considerado por algunos sectores de la sociedad como un
deporte. No deja de ser extraño el uso
de la palabra para referirse a un crimen contra la mujer. Es otra forma de expresar el poder del
hombre-cazador sobre la mujer-presa.
Todo ello con el beneplácito, algunas con el silencio, de las
instituciones sociales.
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