martes, 8 de septiembre de 2015

Cuerpos femeninos: Vigilar y castigar a las mujeres.



No deja de ser interesante estudiar a los Padres de la Iglesia cristiana, aquellos con el poder suficiente para seleccionar y excluir los textos que se habrían de considerar sagrados, que finalmente se harían parte del “Canon”[1].  En su proceso de selección se preocuparon de excluir aquellos documentos que dieran un rol protagonista a la mujer.  Hoy gracias a los llamados evangelios apócrifos sabemos que las miradas sobre lo femenino eran mucho más diversas e inclusive su rol activo fue excluido.
Dichas miradas excluyente influyeron sobre aquellos cristianos que asesinaron a la destaca filosofa Hipatia de Alejandría.   El año 415, o tal vez 416, un grupo de seguidores del Obispo Cirilo fue asaltada desde su carruaje, arrastrada al templo llamado Cesáreo, donde fue desnuda y lapidada.  Sus restos fueron descuartizados e incinerados.  La violencia de aquellos hombres estuvo lejos de las envolturas religiosas, sino relacionada con el poder y con excusa religiosa.  Hipatia era consejera de Orestes el prefecto imperial quien mantenía una tensa relación con Cirilo, disputa del poder temporal con el poder religioso.
Es crimen de fines de la Edad Antigua viene a abrir una larga temporada de caza[2] de brujas, que tiene su hito más reconocible en el libro “Malleus Malificorum” o el martillo de las Brujas.  Este texto fue compilado y escrito en 1487 por dos monjes dominicos, Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, ambos inquisidores. Este documento fue alta difundido y sirvió de base para posteriores juicios con “brujas”.  La Iglesia nunca autorizo oficialmente dicha “cacería”, pero fue sólo hasta 1657 cuando la prohibió a través de la Bula Pro Formandis.
La persecución de mujeres supuestamente brujas se llevó a cabo no sólo por los católicos, sino también por protestantes.  El caso más conocido es el de los Juicios de Salem, pequeño villorrio cercano a la ciudad de Boston, en Estados Unidos.  Las audiencias y respectivos juicios se efectuaron en 1692 y condenaron a 29.  Diecinueve de ellos, 14 mujeres y cinco hombres, fueron ahorcados.
En el caso de Chile se efectuaron juicios de brujería en la ciudad de Chillán.  En 1749 la Iglesia local, a través de su cura Don Simón de Mandiola acusó y mandó a presar a un grupo de indígenas.  En este lejano lugar del imperio español, también se sabría de la furia hacia las “brujas”.
Con la época de la ilustración, en el siglo XVIII, no les irá mejor.  Las mujeres que se hicieron parte de la Revolución Francesa vieron nuevos aires en las relaciones sociales.  Considerando que lucharon a la par que los hombres en las escaramuzas bélicas de la revolución creían legitimo reivindicar su posición.  Olympe de Gouges sería la voz de un grupo de mujeres que supo traducir la rabia y la frustración por dicha desigualdad en un documento escrito, la “Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana”.  Dicho texto parafraseaba el nombre de unas de las proclamas más famosas de aquellos tiempos la “Declaración de los derechos del Hombre y el ciudadano” de 1789. Olympe de Gouges fue detenida en 1793 y decapitada por la guillotina, su actuación política le costaría la vida.  Su vida pública contó con continuos opositores y la desacreditación por ser mujer.  Revisemos el preámbulo a la declaración:
“Las madres, hijas, hermanas, representantes de la nación, piden que se las constituya en asamblea nacional. Por considerar que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos de la mujer son las únicas causas de los males públicos y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados de la mujer a fin de que esta declaración, constantemente presente para todos los miembros del cuerpo social les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes, a fin de que los actos del poder de las mujeres y los del poder de los hombres puedan ser, en todo instante, comparados con el objetivo de toda institución política y sean más respetados por ella, a fin de que las reclamaciones de las ciudadanas, fundadas a partir de ahora en principios simples e indiscutibles, se dirijan siempre al mantenimiento de la constitución, de las buenas costumbres y de la felicidad de todos”


La lucha de las reivindicaciones feministas se encontró con la rápida barrera de los hombres, y de algunas mujeres, para rechazar cualquier forma de búsqueda de igualdad.  Es que durante siglos se desarrollaron dispositivos de control, de vigilancia y de castigo que no se romperían con la llegada de la modernidad, ni el derecho a voto.  Con obstinación la sociedad ha buscado dominar las fuerzas particulares que nacen del Ser-mujer y ha buscado ejercer poder sobre ellas primero a través de la religión y luego por el derecho, la medicina y la ciencia.
El mundo moderno ha encontrado especialmente herramientas de vigilancia en la medicina, que en el caso de las mujeres a significado quitarle poder sobre lo que le es propio, la fecundidad. Los especialistas han definido y estructurado de tal forma que un tema tan “natural” como el parto se le ha arrebatado a las madres y a aquellas antiguas ayudantes, las parteras.  Esos saberes premodernos no han calificado como válidos para los científicos contemporáneos, y siendo hombres han reivindicado la superioridad de sus saberes técnicos.  La ciencia moderna se apropia de los conocimientos del cuerpo femenino y los regula por ejemplo a través de la planificación familiar.
Ni que decir del aborto, donde en nuestro caso chileno se les arrebata el derecho a ejercer poder sobre sus cuerpos negándoles su categoría de sujetos.  Las mujeres se vuelven meras incubadoras, o como lo indico la Senadora Ena Von Baer en 2012, las mujeres solo prestan el cuerpo. Incluso en temas poco polémicos las mujeres son controladas como es el caso de la lactancia.  A pesar que en las sociedad premodernas la lactancia llegaba hasta cerca de los dos años de vida del niño, hoy la lactancia –a libre demanda- es reducida a 6 meses por principalmente razones laborales (o sea que el sistema capitalista también ejerce control sobre los cuerpos) y porque para la sociedad la lactancia luego de eso se ve como algo secundario ante la posibilidad de utilizar leche de fórmula, que nunca será el reemplazo de la leche materna.  Ante las miradas escrutadoras de los hombres y no pocas mujeres, las madres han debido ocultarse por la lactancia sería un acto privado y no público, o sea donde el alimentarse tendría un alto componente censurable.
En la vida moderna son variados los campos donde el cuerpo de la mujer sufre la vigilancia y lo que es peor la autocensura.  Ya sea a través de la apariencia personal –por la vestimenta y el maquillaje- las mujeres son direccionadas desde la tierna infancia a determinados canones de belleza.  Los más claros ejemplos son las infaltables muñecas tipo Barbie y las princesas Disney. Estereotipos de constitución física y también de conducta.
La idea de una imagen perfecta a partir de la delgadez y la vitalidad juvenil desafían a las adolescentes a utilizar métodos extremos para mantenerse “bellas”.  Aquí hay que insistir que esta idea de belleza es en extremo normativa, porque no solo se trata de ser lindas, sino de ser aceptadas.  El temor al rechazo en la infancia y adolescencia es diferenciado entre hombres y mujeres, los hombres temen no ser seleccionados en el equipo de futbol, las mujeres a no verse bien. En última instancia el “mito” de la belleza supe la llave que daría el acceso rápido en el mundo social.
La moda ayuda a organizar y estructurar las relaciones de género en los espacios adolescentes, donde aquellas a la moda y más ajustadas a los estereotipos de mujer logran el tan ansiado título de “popular”. Lo más terrible de la moda actual, es que es un juego permanente de cambios de estilos y justos, donde en una temporada se uniforma el consumo a través de los torturadores zapatos taco alto y al siguiente el uso es zapatillas.
¿Cómo funciona el castigo en el mundo actual cuando las mujeres no cumplen el canon esperado? Claramente, los castigos han cambiado y ya no son tan violentos.  Sin embargo, la persuasión juega directamente a la conciencia del individuo e internaliza como propio lo que es exigido por la sociedad. Nadie desea la experiencia de ser considerado “Patito feo” ni menos ser un paria social.  Por lo mismo, el gendarme que ejerce control sobre los individuos con más fuerza son los sujetos mismos, que sueñan con ser exitosos y felices.
En un sistema neoliberal altamente competitivo, el ser excluidas –poco exitosas- es un severo castigo para las mujeres que no solo compiten por ser mejores, sino que además deben validarse en espacios determinados por lógicas masculinas.  Las mujeres más competitivas son las que mejor se han adaptados a las expectativas de éxito de los hombres.  Eso conlleva a la perdida de formas-de-ser que no se ajustan a lo esperado.



[1] Canon posee múltiples usos, sin embargo todos ellos comparten el sentido normativo (precepto, catalogo, disposición, etc.)  En el caso de la Iglesia católica canon es utilizado especialmente en un sentido legal, como es el concepto de “Derecho canónico”.  Por canon, por ejemplo, se conoce a la reglamentación que un concilio de la Iglesia católica fija en relación al dogma, al catálogo de las obras sagradas para el culto católico, al libro que usa el obispo al dar misa y a la parte de la misa que concluye con el rezo del Padre Nuestro.

[2] La caza es considerado por algunos sectores de la sociedad como un deporte.  No deja de ser extraño el uso de la palabra para referirse a un crimen contra la mujer.  Es otra forma de expresar el poder del hombre-cazador sobre la mujer-presa.  Todo ello con el beneplácito, algunas con el silencio, de las instituciones sociales.

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