martes, 1 de septiembre de 2015

El Vacio y la hiperrealidad o como lo estético se convierte en lo ético. Los contenidos en el diseño comercial del siglo XXI

Me veras volar/ por la ciudad de la furia/ donde nadie sabe de mi/ y yo soy parte de todos. (G. Cerati, La ciudad de la furia)

Durante las ultimas décadas el diseño comercial, en general, a denotado cierto comportamiento  neurótico en relación al vacio. Con una respuesta ansiosa y en algunos casos obsesiva se ha dedicado a contrarrestar ese vacío, por supuesto llenándolo todo.
Si observamos el logo de la marca Coca - Cola en su versión 2003, podemos ver como ese "clásico" se ha llenado de relieves, degradados, tonalidades, etc.  Seguramente se apelaba a hacerlo "más real" con las gotitas de agua incluida.  Si esa fuera, la definición de realidad estaría llena de ruido y luces.


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La posmodernidad en sus aspectos visosensoriales ha neutralizado el vacío por ruido, imitando la vida de las ciudades, especialmente las metrópolis.  Imagínese transitar en auto por las grandes avenidas de las más importantes ciudades latinoamericanas.  La experiencia la vivimos como un shock sensoriales de colores, brillos, sonidos, olores, etc. o sea un mar de estímulos llegando por nuestros sentidos. Es más real, es la hiperrealidad.
Volvamos un poco a la calma.  Usted está en su habitación revisando que cosas portará (en su ropa, equipaje o automóvil) y comienza a guardar por ejemplo un reloj digital de pulsera, un smartphone, una tablet o un laptop. De pronto, toda esa tecnología le permite estar "siempre conectado".  ¿qué sucede cuando olvidamos nuestro celular en casa? por lo general un desconcierto por la eventualidad de que llame el jefe, la esposa o los hijos.  Una herramienta tecnológica indispensanble para la rutina diaria, un verdadero cable de conexión a la red mundial de internet. Todos estos dispositivos tecnológicos nos permiten vivir en esta hiperrealidad donde se pueden leer noticias, contestar correos y subir fotos, todo en uno.
Visto así, la realidad en su versión "más real" se vuelve más densa, compleja y por cierto más confusa. Nuestro individuo se pierde entre el hormigueo humano, donde los semáforos imponen el ritmo del flujo vehicular y la vida se va escurriendo por las calles de la ciudad.  El ritmo urbano inunda los sentidos.
Volviendo al diseño, no es que de la nada desde los ochentas aproximadamente se busque casualmente choquear nuestras neuronas con el adorno, la filigrana, el achurado, los flashes, el ultravioleta o el flúor.  Se toma de la experiencia de vivir en la urbe, ciudades colapsadas, atochadas, al límite.
A mi entender, las sociedades contemporáneas le temen al vacio, al silencio, a la ausencia. Ante dicho temor responden con el rebalse, con el colapso, con la exageración.  Un ejemplo claro de ello es la moda.  Lentejuelas y el animal print todo en una misma pieza de ropa; desgaste y decoloración complementados con tachas y bordados; estampados floreados o puntillismo.  Si se puede más, agregamos más. 



Tengo la misma idea con respecto al tatuaje.  El comentario popular de aquellos que se tatúan, es que siempre vas a querer más.  La piel seria como un lienzo en blanco, puro e impoluto que debe ser coloreado, manchado y vuelto a colorear, nada de vacios por favor.  La armonía musical entre notas y silencios se rompe para llenar todo de ritmo y sabor.
El abuso de este tipo de construcción de contenido (artístico, musical, etc.) terminan volviéndose lo opuesto.  Ante el exceso de contenido -por ejemplo visual- la imagen comienza a degradarse y perder sustancia, se vuelve trivial, se confunde en el éxtasis urbano. La hiperrealidad nos hace perder la experiencia de la realidad, pues las cosas más esenciales como hablar, comer o amar no tienen buena sintonía con esta realidad "más real".
Sin embargo, el pináculo de esta lógica barroquista se presenta cuando lo estético se convierte en lo ético.  O sea, la imagen hipnótica, reemplaza a la sustancia.  La superficialidad se impone sobre la significancia. Luego de eso no es extrañar que la delgadez extremase imponga como signo de belleza, la encuesta política levante o bote liderazgos.  El posmodernismo es ante todo imagen[1]; signo que se vuelve más poderoso que el significado, finalmente destruye el símbolo.






[1] "La imagen es nada, la sed es todo. Obedece a tu sed".  Slogan publicitario de la bebida de fantasía Sprite.  Esta frase aparece como un contrasentido y sin embargo, viene a reafirmar la importancia de la imagen ya que se incluye como referencia en la publicidad de una de las bebidas más vendidas del mundo.

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