Me veras volar/
por la ciudad de la furia/ donde nadie sabe de mi/ y yo soy parte de todos. (G.
Cerati, La ciudad de la furia)
Durante las ultimas décadas el diseño
comercial, en general, a denotado cierto comportamiento neurótico en relación al vacio. Con una
respuesta ansiosa y en algunos casos obsesiva se ha dedicado a contrarrestar
ese vacío, por supuesto llenándolo todo.
Si observamos el logo de la marca Coca - Cola
en su versión 2003, podemos ver como ese "clásico" se ha llenado de
relieves, degradados, tonalidades, etc.
Seguramente se apelaba a hacerlo "más real" con las gotitas de
agua incluida. Si esa fuera, la
definición de realidad estaría llena de ruido y luces.
.
La posmodernidad en sus aspectos
visosensoriales ha neutralizado el vacío por ruido, imitando la vida de las
ciudades, especialmente las metrópolis. Imagínese
transitar en auto por las grandes avenidas de las más importantes ciudades
latinoamericanas. La experiencia la
vivimos como un shock sensoriales de colores, brillos, sonidos, olores, etc. o
sea un mar de estímulos llegando por nuestros sentidos. Es más real, es la
hiperrealidad.
Volvamos un poco a la calma. Usted está en su habitación revisando que
cosas portará (en su ropa, equipaje o automóvil) y comienza a guardar por
ejemplo un reloj digital de pulsera, un smartphone, una tablet o un laptop. De
pronto, toda esa tecnología le permite estar "siempre
conectado". ¿qué sucede cuando
olvidamos nuestro celular en casa? por lo general un desconcierto por la
eventualidad de que llame el jefe, la esposa o los hijos. Una herramienta tecnológica indispensanble
para la rutina diaria, un verdadero cable de conexión a la red mundial de
internet. Todos estos dispositivos tecnológicos nos permiten vivir en esta
hiperrealidad donde se pueden leer noticias, contestar correos y subir fotos,
todo en uno.
Visto así, la realidad en su versión "más
real" se vuelve más densa, compleja y por cierto más confusa. Nuestro
individuo se pierde entre el hormigueo humano, donde los semáforos imponen el
ritmo del flujo vehicular y la vida se va escurriendo por las calles de la
ciudad. El ritmo urbano inunda los
sentidos.
Volviendo al diseño, no es que de la nada desde
los ochentas aproximadamente se busque casualmente choquear nuestras neuronas
con el adorno, la filigrana, el achurado, los flashes, el ultravioleta o el flúor. Se toma de la experiencia de vivir en la
urbe, ciudades colapsadas, atochadas, al límite.
A mi entender, las sociedades contemporáneas le
temen al vacio, al silencio, a la ausencia. Ante dicho temor responden con el
rebalse, con el colapso, con la exageración.
Un ejemplo claro de ello es la moda.
Lentejuelas y el animal print todo en una misma pieza de ropa; desgaste y
decoloración complementados con tachas y bordados; estampados floreados o
puntillismo. Si se puede más, agregamos
más.
Tengo la misma idea con respecto al
tatuaje. El comentario popular de
aquellos que se tatúan, es que siempre vas a querer más. La piel seria como un lienzo en blanco, puro
e impoluto que debe ser coloreado, manchado y vuelto a colorear, nada de vacios
por favor. La armonía musical entre
notas y silencios se rompe para llenar todo de ritmo y sabor.
El abuso de este tipo de construcción de
contenido (artístico, musical, etc.) terminan volviéndose lo opuesto. Ante el exceso de contenido -por ejemplo
visual- la imagen comienza a degradarse y perder sustancia, se vuelve trivial,
se confunde en el éxtasis urbano. La hiperrealidad nos hace perder la
experiencia de la realidad, pues las cosas más esenciales como hablar, comer o
amar no tienen buena sintonía con esta realidad "más real".
Sin embargo, el pináculo de esta lógica
barroquista se presenta cuando lo estético se convierte en lo ético. O sea, la imagen hipnótica, reemplaza a la
sustancia. La superficialidad se impone
sobre la significancia. Luego de eso no es extrañar que la delgadez extremase
imponga como signo de belleza, la encuesta política levante o bote liderazgos. El posmodernismo es ante todo imagen[1];
signo que se vuelve más poderoso que el significado, finalmente destruye el símbolo.
[1] "La imagen es nada, la sed es
todo. Obedece a tu sed". Slogan
publicitario de la bebida de fantasía Sprite.
Esta frase aparece como un contrasentido y sin embargo, viene a
reafirmar la importancia de la imagen ya que se incluye como referencia en la
publicidad de una de las bebidas más vendidas del mundo.
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