sábado, 16 de abril de 2016

Identidades Latinoamericanas. Entre el Colonialismo y el mestizaje.



“Si sueñas con Nueva York y con Europa,
te quejas de nuestra gente y de su ropa,
vives amando el cine arte del Normandie,
Si eres artista y los indios no te entienden,
si tu vanguardia aquí no se vende,
si quieres ser occidental de segunda mano,
Por qué no te vas.”

Quizás una de las principales preocupaciones del Hombre contemporáneo sea sobre si mismo.  Vivimos –por lo menos en occidente- en sociedades donde el individualismo extremo desperfila al sujeto del sentido colectivo y lo deja desvinculado de los otros, sus pares. En dichas condiciones parece un poco gratuito hablar de Identidades latinoamericanas considerando tan amplio territorio, diversidad de paisajes y multitudes de pueblos e historias.
Hablar de identidad implicará mirarse en el espejo del ser.  Así que,  ¿quiénes somos los latinoamericanos? ¿Es posible hablar de una identidad latinoamericana o por el contrario vivimos en una selva identitaria que apunta a la hibridación?
Quizás en primer término haya clarificar que el concepto latinoamericano no es originario de estas tierras.  Vendría desde la Francia del siglo XIX como una forma de agrupar aquellos países de origen “latino” versus una américa de origen anglosajón.  Estas etiquetas tendrían un peso eurocéntrico pues las poblaciones indígenas locales jamás podrían reconocerse como “latinos” (en relación a esta Europa romana o latina).  Si revisamos el proyecto integracionista de Simón Bolivar, el nombre utilizado seria Colombia derivado de Cristóbal Colón, la Gran Colombia sería esa unidad entre los distintos pueblos.
La historia de Latinoamérica tiene dos pasados: uno en común y otro no.  El primero nos dice que fuimos todos “descubiertos” por el Imperio español, el cual por la vía de las armas logra rápidamente el control de la mayoría del territorio con un genocidio de por medio.  Donde hubo otras sociedades anteriores están fueron sometidas, con mayor o menor éxito.  Conocido es el caso de la sociedad mapuche a ambos lados de la Cordillera de los Andes en la parte austral de Latinoamérica, la cual nunca pudo ser reducida por los españoles y sólo se pudo acordar una frontera.
El otro pasado no es común, es la diversidad étnica presente antes de las Empresas de Conquista.  Distintas sociedades en distintos momentos de su avance. De esas sociedades destacan tres por su desarrollo civilizatorio.  Los aztecas, los mayas y los incas.  En estos tres casos, estas sociedades dominan un amplio territorio que incluye el sometimiento a su autoridad de otros pueblos más pequeños; han desarrollo un Estado en un contexto tradicional y se han desarrollado la poesía, las artes, la filosofía, la religión, pero especialmente la estrategia bélica;  las cuales no sirvieron de mucho a la defenderse de la tecnología guerrera del Imperio español.
Del resto de las otras comunidades indígenas, de las sociedades precolombinas, sabemos muy pocos (por ej: de los guaraníes, charrúas, mapuche y patagones).  Origen complejo, difuso, perdido en el tiempo. En el territorio que llamamos Chile vivían variados grupo precolombinos, que fueron reducidos bajo la etiqueta de indio a un sólo gran grupo de “otros”, excluidos en los tiempos de la republica.
Por lo mismo, se vuelve difícil hablar sobre una identidad latinoamericana.  Lo que nos une es un discurso común –nacido producto de la emancipación de España-, es el Sueño Bolivariano, es esa promesa no cumplida  del “Todos Juntos” de Los Jaivas, son los versos de Neruda en “Canto general” (“América no invoco tu nombre en vano”), pero que visto desde Chile -ese vecino tercamente neoliberal- se vuelve cada vez más débil.
Que nos une como Latinoamericano, claramente una historia, un pasado con signos parecidos, eso si cada país con especificidades únicas.  Que nos separa, una serie de conflictos limítrofes que la mayor de las veces se han resuelto torpemente por las armas.  Somos países de una gran riqueza en cuanto a recursos y a la cultura, sin embargo se nos ha enseñado durante más de un siglo sobre el Progreso y por lo mismo descubrimos que éramos pobres, subdesarrollados y tercermundistas.  Somos un Adán descubriendo que está desnudo.  A propósito de esta “imagen” europea de las sociedad latinoamericanas, extraviadas entre lo exótico y en lo barbárico, hay que comentar que parte de esta distancia cultural entre ellos y nosotros, entre los occidentales y los occidentales de segunda mano, se debe a un imaginario fantasioso de “América”.
“Desde la Antigüedad se habían forjado en el Viejo Mundo múltiples representaciones del primitivo. Una era la del « bárbaro », que le habían legado los griegos; otra la paradisíaca, del hombre en estado de naturaleza, salida a la vez de la Biblia y de las concepciones clásicas convencidas de que la historia comenzaba en la « Edad de Oro »”.[1] 

En ésta alteridad desigual, entre el “civilizado” y el “bárbaro” es que la connotación de la América latina se liga a nuestro territorio como el ejemplo de lo que alguna vez fue Europa, o sea las etapas más primitivas de la evolución social.  Ese espíritu colonialista decimonónico desarrollará su teoría del darwinismo social teniéndonos a nosotros como ejemplo. 
Los simbolismos abundan en Latinoamérica.  Tenemos un cristianismo particularmente vital en el pueblo que con mucha astucia ha desarrollado una Fe en sincretismo con creencias más antiguas.  La piel morena es el color común del pueblo y la blanca de las elites. ¿Es posible seguir preguntándonos que tenemos de común? La desigualdad social está a la orden del día, si bien a algunos países les ha ido bien en el desarrollo de tipo capitalista, las huellas de la inequidad son visibles por doquier.
Nota aparte es la del idioma.  Latinoamérica está  integrada por 20 países, cuya comunicación fluye a través el español y el portugués (cerca de 2 tercios del total la población el primero y cerca de un 1 tercio es segundo).  Está en discusión si las posesiones francesas pertenecerían a este grupo de Estados que representaría a un porcentaje menor (cerca de 1 % del total de habitantes).  Igualmente es importante destacar que aún hoy persiste la existencia de dialectos de los pueblos indígenas: Quechua, Guaraní, Aymara, Náhuatl, lenguas mayas, Mapudungún.  La cuestión del idioma hace muy fácil moverse entre países, pues si bien existen localismos muy variados, el uso general permite la comprensión sencilla.
Los casi tres siglos de colonialismo -de España y Portugal- dejaron importantes huellas culturales.  Ya sea la religión, los sistemas políticos nuevos (es importante recordar que Brasil luego de su independencia se volvió un Imperio durante el resto del siglo XIX), los sistemas educaciones o las formas de sociabilidad, no somos tan distintos para decir que no tenemos un hilo conductor.  El pasado nos une, pero el futuro nos une aún más.




[1] Miguel Rojas Mix. América imaginaria, Editorial Lumen.  Barcelona, 1991.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario