viernes, 8 de mayo de 2015

La ciudad mágica.

La narrativa latinoamericana de mediados del siglo XX estuvo fuertemente influida por la corriente del "Realismo mágico", dicha corriente contaba situaciones verosímiles pero mezcladas con sucesos extraordinarios y como son percibidos por los personajes como hechos normales.  Claramente esta producción literaria se relaciona con los diversos procesos de modernización que viven los países latinoamericanos y el alejamiento y perdida de las antiguas tradiciones centenarias de las sociedades precolombinas.  Muchas cosas comienzan a cambian en estos países y los mitos y leyendas resuenan desde la lejanía.
                Dichos procesos de modernización no se desarrollan simplemente por la tendencia de las naciones hacia el progreso.  Los proyectos modernizadores son de raigambre capitalista y en varios casos también autoritarios, lo que los une a circunstancias muy violentas, a veces de características surrealistas.
                Al igual que Macondo, nuestras viejas ciudades, muchas de ellas rurales, aisladas y empobrecidas, se van transformando por la impronta modernizadora y las antiguas creencias comienzas a desvanecerse, a borrarse.  Sin embargo en los barrios más periféricos el sentido normativo no logra alterar del todo las creencias no oficiales.  Sobreviven prácticas, creencias y actitudes tan pretéritas que pueden ser rastreables hasta los habitantes prehispánicos.
                Es en los sectores lindantes de las ciudades donde a pesar del orden urbanístico, las creencias populares circular libremente.  Allí aparecen diversos oficios que por ejemplo chocan con la medicina oficial, ellos son las hierbateras, los componedores de huesos, las meicas, etc.  Allí también los cantores practican música ya casi olvidada y los artesanos bordan sueños del pasado.
                Es a esta pluralidad discursiva a lo que le denominamos "La ciudad mágica", a los espacios donde se desarrollan a través de la oralidad creencias no oficiales -que se entremezclan con el pensamiento mágico-, y que van más allá de la racionalidad occidental (tampoco la excluyen) y nos adentran en un mundo mágico y simbólico.  Porque aquellas historias no son solo cuentos simpáticos y pintorescos.  Son en primer término resistencias en el pensar.  Las creencias mapuche han llegado a nuestros días por quienes cuidaron ese tesoro, le dieron uso y también lo desarrollaron, a pesar del poder político y el de la Iglesia oficial.
                La ciudad mágica es, no solo el espacio geográfico donde habita el hombre, sino el territorio imaginado y soñado donde se tejen estas creencias y resistencias discursivas.  Estas creencias son especialmente fecundas cuando del mal se trata.  Ellas reflejan todo un imaginario social, donde la maldad se encuentra sospechosamente en las riquezas y en el poder.  Son los sectores populares dando una crítica, a veces velada o otras abiertas, a los poderosos de la sociedad.  Uno de estos elementos es el oro que aparece asociado directamente al diablo y en otras historias a los bienes efímeros, como en las relatos de los entierros.


De la ciudad real a la ciudad mágica
                Las ciudades chilenas son en su mayoría producto del proceso de colonización hispánica en estos apartados territorios sudamericanos.  Por lo mismo es un "nuevo orden" el que se impone en estos lares. No solo es un nuevo orden político-legal, sino especialmente social, cultural, y porque no decirlo psicológico.
                Dicho orden significará enaltecer el Orden hispánico (a la larga occidental) por sobre un orden indígena (fuertemente mapuche, pero también de otras comunidades más).  Es la constitución lenta, pero progresiva, de lo Moderno sobre lo tradicional.
                Al fundar la ciudad, dicho orden sale de lo ideal para ser parte de lo real, y la racionalidad occidental se transforma en línea recta, o sea en calles, avenidas y luego en edificaciones.  Es una materialidad que refleja el discurso de dominación.  La ciudad vuelve a los simples habitantes de un sector súbditos del Rey y fieles a la Iglesia católica.  La plaza de la ciudad se vuelve el punto central del nuevo orden, y allí podemos encontrar las principales instituciones. Las autoridades políticas (Cabildo, policía) y las religiosas (la Iglesia).  Jerarquizando el espacio desde la plaza, los solares más cercanos a ella se distribuyen entre los vecinos más connotados y gradualmente el status social desciende con las características de la propiedad de la tierra.
                La alianza político-religiosa  estructura el espacio fuera de la ciudad en búsqueda de extender su hegemonía hasta los más recónditos parajes.  Las encomiendas cumplen una función productiva, pero también de control.  El indígena es reducido al otro lado del río Bío-Bío.
                El camino real va hilvanando las pequeñas Villas que poco a poco se van constituyendo en ciudades. Los primitivos medios de comunicación, serán superados por nuevos medios que irán aumentando la velocidad y reduciendo las distancias.
                En este contexto el pensamiento mágico de las poblaciones indígenas dominadas van quedando atrapadas a los espacios periféricos de las ciudades y a los sectores rurales donde se van constituyendo las poblaciones campesinas.

                Todas las creencias anteriores a las hispánicas y que gozaron de mucho prestigio, comienzan a ser mal interpretadas por el poder y llegan a ser prohibidas y sancionadas. Eso no significa que desaparezcan, sino que se escabullen "por aquí y por allá", sin una iglesia oficial, el pensamiento religioso sobrevivió con ciertas adaptaciones  hasta nuestros días.

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