El mes de Mayo de 2015 ha
significado una nueva efervescencia social. Las calles de Santiago, Valparaíso,
Concepción y otras ciudades han visto nuevamente a los estudiantes y los
ciudadanos marchar por la educación y otros temas. Se han movilizado
profesores, trabajadores de las aduanas y el gremio de salud se encuentra
alerta. Las demandas de lo real vuelven
a tener urgencia.
Sin embargo, el marco general de
estos hechos es aún más complejo. No
sólo aparecen en el horizonte social demandas aisladas e inconexas, es un
modelo de sociedad que hace agua. Es un avanzar hacia “no sabes dónde, ni por
qué”.
Marzo de 2014. Asumía el mando
Michelle Bachelet, y por segunda vez. Si
bien es electa con un alto porcentaje de los votos, pena sobre sus hombros la
baja participación. Los slogans de
campaña no impactan a los chilenos y todos saben que es carrera ganada. Es un triunfo que huele a decepción, y en
general la reconversión de la Concertación en Nueva Mayoría no produce encanto
ni épica. Algunos bromean llamándola “Nueva
Pillería”. La desconfianza en los
políticos está latente.
Bachelet se propone en sus
primeros 100 días demostrar que hay un programa de profundas reformas -ha
llegado el momento de los cambios estructurales- hay amenazas de pasar la
retroexcavadora a aquellos que quieran impedirlo. Los primeros choques entre
Gobierno y oposición parecen demostrar que hay entusiasmo y confianza de parte
de aquellos que no están conformes con lo que entrega el modelo, las
discusiones sobre la reforma tributaria y educacional, afrontan el dilema si
habrá o no reforma laboral. Y los dimes y diretes aumentan, hasta que la Nueva
Mayoría comienza demostrar que no todos están convencidos y se producen las
primeras distancias, quitadas de saludos y sonrisas de dientes de león. Poco a poco, la orquesta pierde su sonido
común, y algunos instrumentistas desean ganar protagonismo.
La primera reforma aprobada es la
tributaria, y no deja de sorprender que tan reforma no es, que principalmente
afecta a la clase media y de gravar a las grandes empresas hay poco. ¿Y qué
diablos era eso del FUT?
El ritmo acelerado del gobierno
se va perdiendo con los meses, esos movimientos agitados pro reforma dan paso a
discusiones y alegatos confusos y desordenados, la gente común poco entiende y
parece vivir un recogimiento hacia su vida privada como tantas veces ha
ocurrido estos últimos 25 años. Con el
alejamiento de Piñera de la Moneda, se había perdido ese elemento aglutinador
que invito a tanto chileno o chilena a cuestionar o simplemente reírse del
poder y las piñericosas. La realidad del
2014 fue más fría hasta que apareció la discusión sobre la educación, y ni
tanto.
Marzo de 2015, se destapa la olla
de grillos. Son procesados los
ejecutivos de Penta y de pronto el ambiente político arde. Aparece el concepto
de boletas ideologicamente falsas y el fantasma de la corrupción a pasearse por
las grandes alamedas. La UDI es la más
afectada esos primeros días, hasta que Sebastián Davalos cae, y la presidenta
nos informa que se entero por los medios de comunicación de la tristemente
famosa historia de CAVAL.
Es necesario confesar que es
difícil seguir una historia con tanta sigla, que SQM, que UDI, que SII; en fin
todo un proceso legal que vuelve a los ciudadanos a reaccionar de su tedio, que
los saca de su rol de clientes-consumidores y los vuelca a la arena
política. El modelo hace agua ya hace
años, pero solo hoy nos atrevemos a decirlo en voz alta.
Es por ello que Chile debe
transitar hacia un nuevo Pacto Social, son los ciudadanos los llamados a
ponernos de acuerdo de cómo queremos que el país se desarrolle. Es el ejercicio de discutir cómo debe ser
nuestro futuro como sociedad, ya que el presente sigue siendo un producto gris de la larga sombra de la dictadura, es el trago
amargo que se nos repite de tanto en tanto.
Construir un nuevo pacto implica
responsabilidad y participación.
Cuestiones que están al debe en las prácticas ciudadanas actuales. Si bien, la utilización de marchas y mitines
políticos en la actualidad nos ha despertado de la siesta provinciana, estas
parecen más llevadas por un espíritu reactivo que reformista. Algunos lo han
entendido muy bien y se comienzan a organizar para derribar la Constitución del
80, de características ilegitimas en lo fundacional y legitimada
lamentablemente por la exconcertación.
Y es que del Pacto que hablamos,
en un sentido de contrato rousseauniano, es lo esencial para el desarrollo
republicano. No hay democracia sin
participación, y si los políticos no quieren entender eso la crisis se ira
haciendo cada vez más profunda. La
soberanía popular es piso para construir sociedad y Estado, sin embargo en
Chile siempre han existido argumentos restrictivos para limitar la
participación social y política de sus ciudadanos, desde el “Peso de la noche”
portaliano, hasta la “democracia de los acuerdos” de la vieja concertación.
El momento de hoy, en crisis y
desconfianza es el momento proposición para recomenzar, refundar los pactos
sociales que nos lleven un país igualitario, libre y fraternos en este siglo
XXI.
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